domingo, 29 de marzo de 2020

Voces del pasado que hacen eco en el presente. Memorias de una pandemia




Saludos nuevamente.


Hoy les traigo algunas crónicas escritas allá por el año 1918 a propósito de la pandemia de la mal llamada "gripe española". Pese a que ya han pasado mas de 100 años y las circunstancias en las que se produjo esa enfermedad son diferentes a la actual (recordar que el mundo estaba saliendo de la Primera Guerra Mundial), las voces y los contextos no dejan de retumbar y de manera escalofriante atraviesa por cada uno de nuestros sentidos cuando nos dedicamos a la triste tarea de encontrar las similitudes de aquella lejana epidemia con nuestra situación actual.




Les comparto los extractos de algunos pasajes de interés tomados del portal Infobae y de la BBC (edición digital):

Gripe española, la crisis detrás de la gran pandemia del siglo XX ...



A propósito de lo que describió un soldado apostado en un campo militar en Arkansas en 1918: 

"Los ojos arden, como si dos hornallas se hubieran instalado en la córnea. El dolor de cabeza es abrumador, tan desesperante que, de existir la opción, más de uno se la hubiera arrancado. Parece una fulminante lección de anatomía: se tiene conciencia de cada una de las partes de su cuerpo: todas duelen" 




La descripción del médico la sintetizaba así: 

"Fiebre muy alta. Prolongados ataques de tos. Escalofríos permanentes y transpiración. La alta temperatura los hace delirar. Lo que el paciente no puede ver es el color de su cara. Las mejillas ya no se sonrojan. Los labios adquirieron un violeta amarronado. La piel adoptó un tono grisáceo, como si fuera una señal inequívoca de que la vida de esa persona se desvanece. Los pies se tornan negros. Y el aire falta. Primero, la respiración rápida, trabajosa. Después un ahogo permanente. Esa metamorfosis se producía en pocas horas, no más de un día. Y todos los cuadros -miles, millones- se parecían. Se agravaban a velocidades inusitadas. Y daba la sensación que esa enfermedad era imparable, que nadie podría escaparse de ella, que todos se contagiarían."


El olor de esas muertes era indescriptible”: la tragedia de la ...



La escritora Katherine Ann Porter logró sobrevivir pese a haberse contagiado y a haber estado internada en grave estado. Su novio murió. En su novela Pálido caballo, pálido jinete escribió: “Todos los teatros, los negocios y los restaurantes estaban cerrados. Las calles sólo estaban llenas de funerales durante el día y de ambulancias durante la noche”. 

La segunda ola fue la que provocó el mayor número de víctimas. Aumentó su poder de contagio y los pacientes empeoraban en cuestión de horas. Un médico militar norteamericano escribió sobre su experiencia en Boston: “Llegaban con un cuadro de gripe intenso pero normal y se transformaba muy rápido en una neumonía de una ferocidad nunca vista. A las pocas horas el cambio era estremecedor. En la cara sólo había piel pegada a sus huesos, casi sin color. La cianosis se extendía desde las orejas al resto del rostro. Se hacía difícil distinguir a los blancos de los negros. Era horrible. En cuestión de horas luchaban para no morir sofocados. Sólo en nuestro campamento había unas 100 muertes diarias”. 




La BBC describe esta dramática situación de la siguiente manera: 



Olor a muerte 


"Las implacables procesiones de cadáveres por las calles eran un espectáculo que un hombre de Stepney, en el este de Londres, nunca podrá olvidar. 
"Las funerarias no podían hacer los ataúdes lo suficientemente rápido y mucho menos pulirlos", escribió el 16 de mayo de 1973. "Los cuerpos cambiaban de color tan rápido después de la muerte que tuvieron que atornillarlos mientras esperaban el entierro". 
"Los sepultureros trabajaban desde el amanecer hasta el atardecer, los siete días de la semana, para sobrellevarlo. El olor de esas muertes era indescriptible".



Tumbas de soldados americanos contagiados por la gripe.






Y continua la descripción 

La gripe española también le provocó a algunas personas una psicosis que podía llevar a asesinatos y suicidios. Los informes periodísticos detallan algunas de estas muertes, que los tribunales atribuyeron al "delirio durante la influenza". 
Un hombre que estaba en la Fuerza Aérea Real en Blandford Camp en Dorset escribió: "Un bosque pequeño cerca del campamento se apodó 'el bosque de los suicidios' debido a la cantidad de hombres que tenían gripe y se suicidaban allí". 


"La gripe parecía dejar a las personas con la mente perturbada", relató. 
Un panadero de Norfolk golpeó a su esposa y dos hijos hasta la muerte antes de ahorcarse, según informó el Hartlepool Northern Daily Mail el 6 de noviembre de 1918. 

"Sitch fue atacado por la enfermedad la semana pasada y se obligó a toda la familia a permanecer en sus camas", relató el periódico. 


"Ayer por la mañana un vecino descubrió el cadáver de Sitch colgando de una soga en el dormitorio y luego encontraron a su esposa e hijos muertos a golpes en otra habitación".

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